Rosario García-Huidobro | “Mi apuesta como feminista hoy”
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“Mi apuesta como feminista hoy”

Reflexiono sobre mi apuesta feminista gracias a la invitación que Barbara Berzini me hizo para escribir sobre el sentido que tiene para mí el feminismo y cómo lo vivo en mi práctica cotidiana.

Pensar en el feminismo hoy, en cómo, como mujer e investigadora en formación, me vinculo y comienzo a transitar por y con la practica feminista, es querer pensar en relación. Para mi el feminismo no es búsqueda de igualdad, no se sitúa como una palanca para buscar equidad ante lo masculino. El feminismo es una posibilidad y una apertura. Se me ha presentado, desde la experiencia en el master del Duoda, como una invitación radical y detonante para dar un nuevo orden simbólico a las cosas, a mi pensamiento, deseo y a mi vida. El feminismo como una experiencia, una posibilidad y una forma de, como nos enseño Diana Sartori[1], aprender a pensar  —y significar—  lo que hacemos; nuestra práctica.

El feminismo como la experiencia y la posibilidad para pensarme desde un lugar situado; mi propio origen como un cuerpo que, antes de ser pensante, está sexuado por mi propio deseo en femenino. Explicar esto no es menor y asumirlo, como un deseo, tampoco. El feminismo ha sido, para mí, ante todo comprender un nuevo orden…

He descubierto el real sentido del feminismo  —ese que, como nos ha explicado Bárbara Verzini[2], es radical y detonante  —en las cosas, ideas, palabras, imágenes, circunstancias, momentos, personas y acciones más cotidianas. He descubierto que reconocer mi deseo, cuando se ensambla y atraviesa substancialmente mi forma de pensar y estar, me posiciona, inmediatamente, en mi práctica feminista. Pienso que, cuando descubres y permites tu deseo, éste se vuelve tan radical, tan potente y detonante, que no hay vuelta atrás.

Lo he descubierto en mí, estos últimos años, mientras he ido desarrollando mi tesis doctoral en la universidad, y fue, a partir de tres situaciones en las que, como si diera un giro o salto olímpico en mi vida, que pude dar ese nuevo orden simbólico que invita Lía Gigarini[3]. Dar ese salto y comprender la imposibilidad de volver atrás, de anular y acallar mi deseo ha sido una forma, potente, radical y detonante, de vivirme dentro del feminismo.

Así, como primera situación fue comprender el orden simbólico de las relaciones y dar cabida en mí, a los otros y otras como fuentes interminables de saber, ese mismo saber sobre el alma, que expresaría María Zambrano. Despojarme de mí, como única fuente de saber, para ver en otras mujeres —mis maestras del Duoda, escritoras feministas, las profesoras colaboradoras de mi investigación doctoral, mis compañeras del taller artístico, etc.— cómo circula y se conforma el conocimiento, desde un hilo relacional, ha sido lo que me ha despertado del letargo patriarcal. Ese que te hace vivir, caminar y respirar sin conciencia de ti, tu cuerpo y tu deseo como un zombi. Abrir los ojos para ver(me) en la realidad una fluctuación de relaciones femeninas que se autorizan, me hizo saltar para agarrarme, torcerme y perderme entre las que habían mujeres con deseo y que, a su vez, comenzaron a mover, desde mis entrañas, el mío.

Lo segundo fue (re)descubrir el orden simbólico de las palabras, de lo decible, pensable y expresable. Dar el salto para salir del lenguaje, texto y escritura tradicionalmente académica y científica que se espera en la universidad, para dar orden, lugar y deseo a mi propio lenguaje y al desazón de mis palabras, me ha llevado a tropezar con un indecible e indescifrable amor por ellas. Ese que te permite jugar indescansablemente como posibilidad y donde una puede estar presente, como cuerpo de deseo, en lo que escribe, expresa e investiga. Dar orden a mis palabras y comprender el lenguaje y la escritura, desde lo más relacional, ha sido una hermosa forma de comprender mi práctica feminista.

Lo tercero fue, también, dar orden a las imágenes como fuente de palabra y deseo. Dar espacio en mi práctica de investigación académica a otras formas de expresarme, contarme y decirme ha sido dar orden a mi interés y deseo artístico. Es decir, no excluirme y acabar con las dicotomías. No estoy en un lado u otro, sino reconocer que transito. Reconocer que me muevo, así como mis palabras y las relaciones. Comprender que puedo escribir y hablar de mí, y mi investigación, desde la creación de imágenes simbólicas, ha sido una palanca para comprender las múltiples formas que tenemos de expresarnos e interpretarnos. Eso para mí ha sido una revolución que me ha llevado a saltar del letargo somnoliento para investigar desde el deseo que me mueve por dentro, porque ahora puedo estar entera; puedo pensar, investigar, escribir y pintar de manera relacional.

Esto es dar y darme orden, para permitirme ser como posibilidad y deseo. Esto es, para mí, vivir mi vida como feminista.

 

[1] Diana Sartori (1996). Nacimiento y nacer en la acción. A partir de Hannah Arendt. DUODA Revista d’Estudis Feministes num 11.

[2] En su presentación “La fuerza detonante de la radicalidad feminista” para el X Diálogo Magistral de XXVI Seminario de Duoda Descifrar lo que se siente: La llamada. Barcelona, 2015.

[3] Lía Gigarini (1995). La política del deseo. La diferencia femenina se hace historia. Barcelona: Icaria.

 

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